
Pasadas las 6 de la tarde en el Vaticano, miles de feligreses eran testigos de cómo el viento de la historia soplaba sobre la Plaza de San Pedro.
La chimenea de la Capilla Sixtina, donde los cardenales de la iglesia católica se reunieron en cónclave para elegir a su nuevo líder, el sucesor del fallecido papa Francisco, la fumata negra se diluía para dar paso al humo blanco, la señal inequívoca de un nuevo amanecer para la Iglesia Católica. La campana mayor replicaba, Habemus Papa.
Entre murmullos y plegarias, los fieles esperaban el nombre que resonaría desde el balcón central de la Basílica de San Pedro.
Robert Prevost, aparecía como el rostro que encarnaría la guía espiritual de más de mil millones de almas. Un escenario al que se sumaba el himno del Vaticano entre los presentes.
Prevost, se convierte en el primer papa norteamericano, con doble nacionalidad, el cardenal estadounidense también es peruano, primero fue agustino en Los Andes de Perú, luego obispo en Chiclayo, a quienes les mando un caluroso saludo durante su discurso.
Aunque su nombre sea poco conocido para muchos, desde ahora se inscribe con letras de fuego en el corazón de la fe. Un hombre, con su historia, sus luchas, sus convicciones, llamado a tomar la barca de Pedro en un tiempo de desafíos y esperanzas.
En sus primeras palabras, en su primera bendición, se vislumbra el espíritu que guiará su pontificado.
Un llamado a la justicia, a la humildad, a la cercanía con los más desfavorecidos. Su mirada, serena y profunda, promete respuestas, consuelo y un faro de esperanza en un mundo marcado por la complejidad de nuestros días.
Hoy, más allá de las creencias, una nueva figura emerge en el escenario global. Un líder espiritual cuya voz resonará a nivel mundial, en los foros internacionales, en los hogares, en los corazones.
